ARGENTINA: ACERCA DE LAS ELECCIONES DE OCTUBRE 2019, EL PAPEL DE LOS SINDICATOS, LOS PARTIDOS Y LA CRISIS SOCIAL CAPITALISTA

León Cristalli
13 abril de 2019

A MODO DE MANIFIESTO DEL 1RO DE MAYO DE 2019, BASADO EN EL PAPEL DE LOS SINDICATOS EN LA LUCHA DE CLASES

Ahora, hoy, en Argentina, nadie discute – ni aun la misma derecha política neoliberal pro imperialista -, el fracaso del Gobierno de Mauricio Macri, después de 40 meses de Gobierno. Se polemiza sobre la profundidad de la crisis en lo que hace al logro de imponer al 100% el proyecto de restauración neoliberal político económico.

Era, y es, un nuevo serio intento económico político de “involución” en lo que hace a la estructura productiva del país, negando las conquistas sociales de la fuerza del trabajo de los últimos 70 años, que fue el objetivo restaurador del Gobierno de M. Macri a cuenta de los meses que le quedan.

Por eso, la derecha con consciencia de clase, viene generando candidatos “alternativos”, más o menos potables, de cara a una población que en inmensa mayoría no solo no involucionó en su nivel cultural y político, sino que maduró en esta experiencia de tiempo breve, que permitió abrir un nuevo espacio en su conciencia social. La derecha, de afuera y también del peronismo burgués, busca desesperada una rueda de auxilio, un reemplazante de M. Macri, ante la descompuesta gestión. No solo no han podido superar la inflación, sino que además de endeudar al país por sobre su PBI, lejos de crecer, ha retrocedido en 2 puntos, solo en el 2018.

Juan Domigo Peron

El 30 de marzo de 2019 se cumplieron 37 años del paro general resuelto por la CGT (Brasil) contra la dictadura. Dos días después Galtieri anunciaba la toma de las Malvinas, que abrió camino a la caída de la dictadura. La política neoliberal retrotrae la economía a la de una colonia financiera, dependiente del sistema mundial imperialista, concentrado del capitalismo, un país importador de todo lo que el sistema produce, por debajo de sus costos reales, liquidando a la industria nacional y el papel del movimiento obrero, generador de productos de bienes agregados, a la irrestricta libertad del mercado y su movimiento financiero de divisas, alta tasa de interés bancario financiero interno, junto a un mercado abierto indiscriminado que ya se representaba, desde diciembre del 2015, con la maxi devaluación del peso.

Además de ser un gran negociado financiero para los que ya controlaban el Estado y dirigían la República Argentina desde el 10 de diciembre de 2015. Fijaba con claridad a donde iba su política de “déficit fiscal cero” como política de imposición, contra natura, de un Estado. Existió el objetivo concreto, político, filosófico, de eliminar el peso de social en la vida del país, liquidando a la única clase que nunca se rindió al sistema capitalista concentrado: la clase obrera.

Una política en antítesis con la que con el kirchnerismo, durante 12 años, había retomado y avanzado en una redistribución de la renta nacional, que aun siendo no suficiente, caminaba en dirección opuesta a la que venía andando, en esa dirección, desde del Gobierno del macrismo.

El conocido “gradualismo” del macrismo no era una medida social, sino estratégica, para sostenerse primero y lograr afirmarse. Para desde allí destruir,- como lo hicieron parcialmente, desde septiembre de 1955, después de Perón -, sin lograr destruir el peso social, productivo, de la clase obrera.

Entonces, para sostenerse, el macrismo combinó, entremezclando un asistencialismo paternalista, con la complicidad de una parte de las direcciones de los movimientos sociales, con quienes “transaron” justificándola como necesaria a la política del “palo y la zanahoria” para “el sostenimiento de vida” de sectores excluidos y desclasados del sistema, que caen en la tela de araña invisible, pero material, concreta, del oportunismo. Al mismo tiempo formularon una política con parte de una parte de la población cautiva más golpeada por la desocupación y la miseria de la vida en el capitalismo. En una nación que puede alimentar 600 millones de personas, pero que viene excluyendo sistemáticamente a su población, a partir de septiembre de 1955, con los reiterados intentos, a veces alcanzados, otros fracasados, de la desindustrialización del proceso de construcción económica del PBI como eje. Una parte del plan gran imperialista de hacer desaparecer al proletariado peronista, que se desarrolló como un doble poder objetivo y que fue la base del desarrollo de la economía durante los Gobiernos de Juan Perón. Luego, de los 12 años y medio, de kirchnerismo.

En nuestra reiterada opinión desde 1955, ha sido un objetivo central de todos los intentos políticos, golpes cívicos militares, hasta la actualidad. No es un problema solo económico, sino político, socialmente reaccionario.


Las patas en la fuente, imagen histórica del 17 de octubre de 1945, fecha fundacional del peronismo.

La estructura política del sistema capitalista utilizó a un peón, Mauricio Macri, para efectuar este golpe de Estado, de hecho, apoyado en una efímera cuota electoral obtenida en el año 2015. La que, además de no representar socialmente lo que la mayoría de sus votantes realmente querían, fueron engatusados con el cuento del “Cambio” que ofrecía Macri, como Carlos Menem en 1989: realizar el mejoramiento del sistema, limpiarlo de la corrupción, más allá de que la corrupción es inherente al sistema capitalista. No tuvo Macri y su combo de Ceos otro objetivo que el de las grandes empresas nacionales y trasnacionales, que para afirmarse en la conducción de la Argentina, solo tenían un programa político “cortoplacista”, como “cuenta propistas” de las mismas trasnacionales que se referenciaban dentro del nuevo Gobierno.

Agustin Tosco – de mameluco – en manifestacion sindical en Cordoba.
Agustin Tosco – de mameluco – en manifestacion sindical en Cordoba.

Acerca del Cordobazo, Tosco dijo: “Fue una rebelión obrera y popular […]. Surgió de la clase obrera y del pueblo. Lo esencial del Cordobazo es que surge de los trabajadores y de los estudiantes, y que ellos por sus convicciones salen a la calle a luchar” Lo que se ve con claridad, a 40 meses de Gobierno, es quien, qué sector social, puede poner en la balanza histórica de la lucha de clases, una salida que retome el camino del desarrollo de la economía, con “justicia social”, un país “soberano e independiente”, con un Gobierno nacional, popular, revolucionariamente democrático. ¿Es posible, pasa por el peronismo clásico de derecha, que prefiere hacer alianzas, incluso con sus enemigos políticos? Donde pesa, decide, su estructura de desarrollo burgués, sin intervención de la fuerza del trabajo. O, en cambio, retomando el mejor nivel alcanzado por la población en un Gobierno que durante 12 años, avanzó en la redistribución de la renta nacional, con justicia social en beneficios jubilatorios, paritarias salariales y de trabajo, una política exterior independiente del imperialismo, que procuro recrear y generar – en los actuales tiempos y espacios – las políticas originarias de J. Perón, como un ABC, la integración regional, la Unasur etc.

Política acorde con el origen del peronismo, desde 1943, que fue, que está en las antípodas de quienes quieren, negándose a sí mismos, la limitada, pero progresiva propuesta originaria de avanzar hacia una sociedad al 50 %, compartida entre el capital y el trabajo. Ahora es necesario sumarle experiencias de 70 posteriores años de lucha sociales de la clase trabajadora, en sus distintos tiempos y espacios, como en las formas en que éste proceso se desarrolló.

La clase obrera, durante 18 años, sostuvo la lucha de clases basada en sus órganos de base, con poder social productivo, con los sindicatos, la CGT (Confederación General del Trabajo), eje de una durísima lucha política durante la que los sindicatos funcionaron como partido político.

Los programas obreros de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962) fueron respuesta sindical, basada programáticamente hacia la construcción de una nueva nación, la refundación de la República Argentina. Por eso, para eso, después de 18 años, lograron imponer el retorno de Juan D. Perón, al país, imponer a Héctor Campora en un Gobierno revolucionario – desgraciadamente de pocas semanas -, final y constitucionalmente reinstalando a Perón en el Gobierno de la nación.

En nuestro análisis y posición política de aplicación concreta, no existe perspec-tiva alguna en buscar lograr alianzas que terminan siendo ex pureas, exógenas a un curso histórico que se ha reiterado sin llegar a tener claro los objetivos debido a la diversidad contrapuesta de intereses de clases que intervienen en la alianza.

AHORA, EN LA ARGENTINA, EXISTE POSIBILIDAD DE SOLDAR UN GRAN FRENTE ÚNICO PATRIOTICO REVOLUCIONARIO Con una dirección revolucionaria que represente a la clase obrera, construyendo una salida propia, de clase, retomando experiencias del pasado, de lo mejor que se desenvolvió del peronismo proletario. Una política que expresa una combinación desigual entre las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas y la sociedad humana, de la fuerza del trabajo. El kirchnerismo tiene una función central: es la experiencia, además de más cercana de poder, capaz de extraer un conclusión de 12 años de gestión.

Que no fueron “magia”, como dice la compañera Cristina Fernández de Kirchner, sino de una permanente lucha externa, e interna, por sostener un programa de desarrollo del país y la región, apoyándose en fuerzas internas a la Argentina, como también externas, como el BRICS, etc.

También del papel de la Rusia de base soviética y el Gobierno de V. Putin, la República Popular China, contando con la enorme debilidad – que intenta hacer aparecer como fortaleza – del Gobierno de Donald Trump en los EEUU.

Toda un ala de la gran burguesía europea está siendo cuestionada, profunda e históricamente, por el accionar de la lucha de clases en sus variantes nacionales Esta etapa histórica, no solo se procesa en lo nacional, debe y permite separar “la paja del trigo”, en con quién, con quienes, organizar el Frente Patriótico Nacional y Revolucionario.

Al Gobierno de Mauricio Macri, que termina, no es necesario conformar y oponer un “Frente Patriótico”, basado en concesiones que lo limitan o lo inutilizarían después, sino un Frente Único Nacional y Popular, que unifique los intereses de los diferentes sectores de las clases que lo integren, en el que estén absolutamente representados, posicionados, la clase trabajadora y sus organismos, los sindicatos, la CGT/CTA etc. Junto a los partidos políticos del campo nacional y popular, como Unidad Ciudadana, el Frente para la Victoria, etc.

Parte objetiva de esa necesidad es la constitución del Frente Sindical para el Modelo Nacional (FSMN), que es expresión social y formulación política del papel de los Sindicatos en esta época, tiempo y espacios, que como en 1952/55 – se desenvolvía en la Argentina en factor de doble poder. La situación no es ciertamente similar, el 1952/55 Gobernaba J.D. Perón: la lucha interna entre su propia derecha y los límites de un programa desarrollista de la economía. Junto al papel de la industria que le imponían a Perón una perspectiva cerrada del papel de la clase obrera y la fuerza del trabajo asalariado. El Gobierno de Perón respondía a esta condición doble, desigual y combinada.

Ahora, con M. Macri en la Presidencia de Argentina, existe diferenciación concreta, objetiva, profunda, de un Gobierno en las antípodas del peronismo. Por el contrario, Macri y su combo han avanzado hacia una política neocolonialista, dependiente del imperialismo, un sistema capitalista acorde al curso mundial del sistema, tanto en concentración imperialista transnacional; también inequívoca expresión del final de un sistema que ya no puede permitirse producir y distribuir, sino solo financieramente concentrarse. Entonces, las conclusiones de aplicación práctica de la lucha de clases es la que expresan los sindicatos.

Como antes, en 1957/62, con la creación de los históricos programas de La Falda y Huerta Grande. Ahora lo representa el Frente Sindical para el Modelo Nacional (FSMN).

He aquí una fase final, que dialécticamente avanza en la construcción de la nueva etapa de la historia de la humanidad. En los EEUU, aparece un Donald Trump intentando reconstruir el sistema capitalista nacional, su burguesía y la relación con la fuerza del trabajo, como hemos publicado en los Libros “Trump es la crisis de EE UU, en un mundo en revolución”, tomos I y II. Al mismo tiempo, a partir del supuesto fracaso del socialismo y el papel de la Unión Soviética, se procesa y organiza en el mundo una nueva correlación de fuerzas, una renovada concurrencia económica de sistema contra sistema – aun deformadamente – como lo es el desarrollo del rol del Estado Obrero sui generis en China Popular, la alianza de China la Rusia de base soviética y con el equipo de V. Putin.

Condición que eleva la función de “la clase trabajadora, proletaria con o sin mameluco” (L. Cristalli, 1982), el papel de los sindicatos y centrales sindicales, etcétera. Ya no es posible disputar el valor de la fuerza del trabajo asalariado, como analizaron Marx y Engels en el siglo XIX, con el sistema capitalista, sino es disputando políticamente el poder de la conducción de la sociedad. La sociedad universal no puede reiterar hoy el ciclo ya agotado del capitalismo, sino avanzando en la construcción de una nueva sociedad. Los que pretenden, los que quieren comerciar con la derecha programa y política, son solo tapa rabos del sistema, de un sistema del que forman parte y, de fondo, defienden. Es aquí donde mueren los intentos de los Lavagna, Oturbey o Massa etc. Se ofrecen estructuralmente al sistema, no para lograr transformaciones revolucionarias, aún dentro del sistema, por ahora, transitoriamente, sino operando como rueda de auxilio de un sistema capitalista en crisis junto a sus representantes como M.

Macri, al que apoyaron y sostuvieron hasta ayer.

No creemos que sea necesario hacer ahora historia de todo lo evolutivo, generador y creador de condiciones revolucionarias que es el peronismo, como analizó J. Posadas acerca de sus perspectivas. Ha contribuido al desarrollo de la lucha de clases, las conquistas sociales de la fuerza del trabajo, a pesar de una corriente burguesa capitalista clásica que intentó siempre utilizar la fuerzas social de masas para hacer una amasijo de contradicciones, negando carácter revolucionario al peronismo.

J.Posadas calificó de proletariado peronista, comunista en su funcionamiento y aspiraciones como clase obrera, productora de bienes de consumo, el PBI y la renta nacional. Condición que existió siempre y puso freno en la desbocada presión del poder central del sistema capitalista, aún durante los dos primeros gobiernos de Juan Perón, el segundo que no le permitieron completar mediante el Golpe de Estado de la fusiladora el 16 de septiembre de setiembre de 1955. Porque el camino del peronismo de la clase obrera no fue, en ese entonces, la retórica ideológica bonapartista burguesa de la derecha peronista, – de que “no existe la lucha de clases” y de una distribución de la “renta nacional” en un hipotético 50 % entre la clase productora y el capital sino lo que venía con el doble poder de la clase obrera como analizó Posadas en su histórico texto del primer ejemplar de Voz Proletaria, en Junio de 1947: “Plan quinquenal, o revolución permanente”.

“PLAN QUINQUENAL, O REVOLUCIÓN PERMANENTE”.

Un análisis político absolutamente vigente, que transporta en tiempo y espacio, a la aplicación de nuevas formas productivas concentradas, el papel de la fuerza del trabajo, a la actual condición de crisis mundial del sistema capitalista imperialista. Hoy, en este tiempo y espacio, el documento “Plan Quinquenal o Revolución Permanente” elaborado J. Posadas en 1947 se representa en los Programas de La Falda y Huerta Grande, en el Frente Sindical para el Modelo Nacional (FSMN) desarrollado en la necesidad de reconquistar el poder político del Estado desde un nuevo gobierno nacional, popular y democráticamente revolucionario, que aplique la más amplia y extendida imposición, dictadura proletaria, en defensa del país y sus habitantes, como parte de la reconstrucción de una economía diezmada por un macrismo, pro imperialista y neoliberal.

La clase obrera, sus sindicatos, tienen un papel central, ganando a lo mejor de las capas medias e intermedias del propio sistema, dándo perspectivas e integrando a las Pymes, cooperativas, empresas mixtas, estatales o privadas, sosteniendo una política antiimperialista que sea garantía del desarrollo del país, concretando alianzas estratégicas con todo lo que avanza en el mundo, como parte de esta nueva era y condición de la historia.

Argentina, particularmente, también en Brasil, Uruguay, Chile, México, también en los países centrales de Europa, se está planteando una condición nueva en su forma, cuando en realidad se procesa un profundo curso de “sinceramiento del proceso histórico de la lucha de clases”. Formalmente no existen Estados Obreros (EEOO), la Unión Soviética. Ahora, en la realidad diaria de la lucha de clases – en este 1ro de mayo de 2019 – está más vigente que nunca.

En EEUU, la aparición de un salvador del sistema capitalista “nacional”, como lo es Donald Trump, no solo representa la desnuda crisis del sistema, sino también que el pueblo de los EEUU tiene claro, en su mayoría, que es necesario y posible darle vuelta a la crisis interna y la dependencia de los EEUU de Wall Street y el papel imperialista trasnacional, para retornar “al sueño americano” del siglo XIX.

Pronto, en los EEUU, reaparecerá el rol de los sindicatos como instrumentos del progreso social, junto a los Bernie Sanders, en lo político.

La CGT, los sindicatos, en 1955, aun careciendo de una dirección con un programa de clase y revolucionaria, habían sido artífices del progreso de la clase obrera en su nivel de vida; también herramienta de Juan Perón en su disputa con la podrida oligarquía que vivía en Europa y cosechaba en Argentina, sin invertir en el desarrollo industrial, que sí fue parte neurálgica de la política del peronismo, con el cual creció el movimiento obrero y su papel en la construcción del PBI y la Renta Nacional.

Esta condición produjo la progresista Constitución del año 1949 que fue la respuesta de conjunto y que dialécticamente combinaba – aun desigualmente -los intereses de clase antagónicas entre sí. No se ignoraba la lucha de clases cuando al mismo Juan Perón se le hicieron movimientos de huelgas y acciones en defensa de los derechos de la clase obrera. Movimientos que finalmente no eran contra Perón, en particular, porque a su vez el Gobierno de Perón necesitaba, se apoyaba en la lucha obrera contra su propia derecha interna. La que, históricamente, respondía, en ese tiempo y espacio, al desarrollo de la revolución permanente mundial. El maestro don León Trotsky había analizado y previsto su curso, Posadas lo concentro en aquel primer editorial de Voz Proletaria.

La Constitución argentina aprobada en1949, no era en nada producto de un Gobierno “bonapartista”, sino expresión desigual de las relaciones de clase en el país. En la Constitución se avanzaba a una política internacional antiimperialista, mientras al interior del país, cedía en la conquista por la clase obrera de un doble poder objetivo. Fueron las conquistas sociales que hacía del proletariado peronista no como factor de sostenimiento del sistema capitalista sino de una permanente disputa, que iba desde la plusvalía al mismo poder político, empujando el curso del proceso histórico del país. El curso iba definiéndose hacía una discusión objetiva del socialismo como nueva sociedad. Eliminaba así, cualquier posibilidad o vestigio de política “bonapartista” del peronismo cuando Perón se acerca directamente a la URSS, hace acuerdos comer-ciales importantes y la cono-cida “Exposición de la URSS” en Retiro, visitada por millones de trabajadores. No era una política bonapartista la que se desenvolvía en el país, sino, y en oposición al “bonapartismo” clásico – que analizara Marx -, en Argentina. Por el contrario, se había desarrollado – con el crecimiento de la economía productiva, la industrialización del país, las conquistas sociales de la clase trabajadora -, se afirmaba hacía un camino, una salida, hacia una nueva sociedad, que venía de la mano de la lucha por el socialismo.

El Golpe de Estado de 1955 no fue contra Perón, no fue dado en contra de la burguesía peronista, y su proyecto capitalista, sino que el Golpe fue contra las fuerzas sociales y su confianza como clase productora a través del papel de la CGT, los sindicatos, sus tendencias revolucionarias internas. Lejos de haber retrocedido, habían alcanzado voz y relativo poder entre la objetiva alianza de la CGT, los sindicatos y cientos de corrientes político sindical de base, con Eva Duarte de Perón.

Anuncio de actividad ya realizada Evita que afirmaba “donde hay una necesidad, nace un derecho”. A su muerte, en el año 1952, produjo un quiebre interno entre los sindicatos y el Gobierno peronista. Los sindicatos que avanzaban en la construcción de una nueva sociedad con la denominada política de “desarrollo justicia social”, que inevitablemente cuestionaban al sistema capitalista. El mismo Perón lo retomaría, muchos años después, desde su exilio político en España, como la inevitabilidad del socialismo. Aun cuando Juan Perón no fijaba con claridad los tiempos y espacios necesarios para construir el socialismo como objetivo político de una nueva economía distributiva, y sus consecuencias en la lucha de clases, que en la realidad el mismo Perón ya no negaba.

Un curso que en 1952 J.Posadas califico como de doble poder social, proponiendo la necesidad de construir un Partido Obrero Basado en los Sindicatos (P.O.B.S.) que diera estructura y permitiera, a lo mejor de la vanguardia obrera peronista – que obraba desde las fábricas y los barrios en forma comunista -, elevar la construcción de direcciones revolucionarias, madurando en la lucha de clases a través de un partido de la clase obrera.

Partido que al mismo tiempo que sostuviera el proceso evolutivo social de masas, diera forma política al curso, manteniendo absolutamente independiente la vida de los sindicatos y su lucha diaria.

Es en ese curso objetivo político social del país, que sale la derecha, que incluiría, en su pasividad, a una parte del peronismo burgués, a darle el golpe a Perón.

Juan Perón cedería “para impedir derramamiento de sangre”. Más allá que luego, en años de exilio, vería que la masacre se produjo igual, reprimiendo salvajemente que harían los Gobiernos cívicos “democráticos”, o militares, contra la vanguardia obrera peronista, entre ellos, decenas de sindicalistas. Perón, retrotraería autocríticamente, por no haber dado la lucha por la continuidad de su Gobierno en aquel 1955. El libro de Leon Cristalli continua en distribucion en las casas del Partido Obrero Revolucionario.

EL PAPEL DE LOS SINDICATOS FRENTE A LA DESINTEGRACIÓN DEL GOBIERNO MACRISTA SIN PODER SOCIAL. LAS ELECCIONES DE OCTUBRE DE 2019.

De cara a las próximas elecciones del 27 de octubre de 2019 el cuadro formal es de un Gobierno que mantiene y utiliza todos los resortes que le da el sistema para intentar destruir el progreso social y la conciencia de la clase explotada en todos sus niveles. Lo hace a través de cientos de acciones diversionistas para intentar sacar del eje de la discusión ¿qué país queremos y que país estamos construyendo? El macrismo y su combo sabe que se encuentra en medio de en un curso donde su única posibilidad de sobrevivir es lograr la “unidad contrarrevolucionaria” con la derecha peronista, federal, más o menos, la derecha radical y los bastiones de una economía concentrada, para poder interferir y lograr destruir lo que es una realidad en la base social del 75 % de la población.

El Gobierno de Mauricio Macri, su política no va más, no tiene futuro ni perspectivas de cara a las necesidades del progreso social. Es un Gobierno en disgregación social, cuyo único real apoyo es la política que cuestiona el papel de Cristina Fernández de Kirchner, el FpV (Frente por la Victoria) y la Unidad Ciudadana, oponiendo causales que no hacen a la etapa y las necesidades del país.

El curso social políticamente se comprime al mismo tiempo que se desarrolla en la sociedad, socialmente, con nuevas formas y actores en el mismo sentido progresista que da la lucha de clases, realidad imposible de esconder en una crisis innegable que atraviesa al país. Por más que es ignorada por el Gobierno y una oposición “tibia”, flatulenta, que no quiere o no puede asumir el papel progresista revolucionario, que exige la actual situación.

Esta es la etapa que vive la República Argentina, al igual que la región, cada nación con condiciones y peculiaridades propias, que el posadismo viene analizando, particularmente en los 3 últimos años, cuando afirmamos que “no existe retroceso en la lucha de clases, sino un sinceramiento del curso, que exige construir una nueva dirección, partiendo de lo mejor de la hoy existe.

Todo lo que forma parte de la etapa que J.Posadas analizó como “las masas se tejen la chompa (buzo) puesta”, cuando crece en confianza social, como clase productora, explotada. No existe ni una sola dirección que pueda negar esta condición. La derecha, la centro derecha de todos los colores, realiza campañas mediáticas, todos, los Duran Barba y sus seguidores de derecha y el centro político, se estrellan contra la realidad, la madurez social, el “sinceramiento” del proceso de la lucha de clases, la función de la oposición revolucionaria, de los sindicatos, la CGT, las CTA. Más allá de las crisis y parcialidades internas.

Contratapa y tapa del 2o tomo, junto al 1er. Tom, en distribución en nuestras casas.

El Gobierno restaurador, en el intento político-económico-constitucional de M.

Macri, en estos 40 meses de Gobierno, aun logrando imponer políticas que afectan seriamente, no solo el desarrollo general del país, su economía, PBI y la Renta Nacional, sino directamente intentando imponer medidas de retroceso en el nivel de vida de los sectores más dinámicos y creadores de la productividad, de la producción. Una política para estratificar el nivel de vida, al igual que, parcialmente, logró la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Que la “pobreza apareciera como norma de vida del 60 % de la población, estratificada socialmente en forma permanente”, no ya como condición desigual de la vida social.

Por esta razón, los sectores más castigados por la política del macrismo son los trabajadores estables, los que conquistaron derechos por años de lucha. A la clase media y las Pymes, en particular, generadoras de fuentes de trabajo genuinos en un 78 % nacional.

En algunas Provincias, junto al aparato administrativo estatal, significan el 96 % de las fuentes de trabajo. Las sacrosantas “inversiones trasnacionales” vienen acopladas con tecnología y uso minoritario de mano de obra nacional, la robotización de la producción.

Condición que es similar en Uruguay, Perú o México.

Había que liquidar las conquistas sociales, bajarlas al nivel de oportunidades individuales, personales, en disputarle al capital, algunos derechos. Se forma así una masa de seudo propietarios, autogestionarios de fuentes de trabajo e ingresos absolutamente inestables, bajos salarios y condiciones de vida en el tiempo. Por ejemplo, lo que hace a los beneficios jubilatorios etc., que según el sistema capitalista es lo que hace el “desbalance” del funcionamiento del aparato económico del Estado. Un Estado al que aspiran los Gobiernos neoliberales que sea solo tramitador de la aplicación de la legislación de mercado, no fuente transitoria en sostener los derechos y conquistas de la clase trabajadora.

La reaccionaria lucha política del macrismo trata de imponer la “flexibilización laboral” a toda costa. Su fracaso está en la base de la actual crisis política, social y económica. Por más diversionismo mediático, inventos judiciales etc. con que trata, impone o amenaza a la oposición, en particular a todo lo que sea kirchnerismo, sindicalismo de clase etc.

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